APUNTES SOBRE EL ACTO CREATIVO

Por Margaret La Piggy

 

En 1987 Gilles Deleuze concede una conferencia en la FEMIS (Escuela Superior de Oficios de Imagen y Sonido) bajo el nombre: ¿Qué es el acto de creación? Tres años más tarde publica el texto Posdata sobre las sociedades de control, un análisis que renueva el estudio foucaultiano sobre las sociedades disciplinarias que requerían de una modalidad de encierro para la vigilancia y la normalización. Las nuevas formas de interacción —en las que el movimiento de creación puede verse más restringido— tienen una estrecha relación con referirnos a la obra de arte como acto de resistencia. Para Deleuze crear es resistir; dos conceptos ligados a modos de operar que no se limitan a la información y contra-información, sino que se constituyen y reafirman en los mismos procesos creativos.

El control del tiempo, del espacio, y del movimiento de los cuerpos, está en la actualidad más asociado a las tecnologías electrónicas que a las instituciones. El nuevo panóptico posiciona al individuo en un lugar abierto en el que la información y el uso de servicios en lugar de bienes materiales suponen una circulación y consumo diferentes, por lo que el trabajo se ve más ligado a las sensaciones y a los procesos cognitivos —tales como la creatividad y el virtuosismo— que al cuerpo físico como tal. La lógica de inclusión ante la inseguridad, la pobreza y el miedo a la violencia, legitima nuevas formas en apariencia más amables y flexibles, pero que resultan invasivas y patológicas. Es así como no se necesita del manicomio, de la escuela, de la cárcel, si puede estarse preso en casa y en las calles en todo momento (tarjeta de crédito, cámaras de seguridad, prisión domiciliaria, psico-fármacos, marketing, regulación de datos), y utilizar a los medios de comunicación para modular las acciones y relaciones humanas. Dichas variaciones no sólo obedecen a un tecnicismo, son expresión de un cambio social en la vida cotidiana y en las relaciones de poder.

La producción artística, literaria, cinematográfica, tiene la capacidad de redefinir el signo y el imaginario en el sentido emancipatorio de sentir al otro e ingeniar nuevas armas independientes que produzcan sentido, fascinación, consenso, autonomía y discurso.

Formas de expresión: de Leopoldo Brizuela y Sandino Núñez a Jacques Rancière y Franco ‘Bifo’ Berardi.

 En ¿Qué es el acto de creación?  se trata a las ideas como espacios potenciales que surgen desde la más absoluta necesidad y que van unidas a un modo de expresión determinado. Tener una idea en algo, una idea cinematográfica por ejemplo, se desarrolla en función de técnicas que conozco y se limita casi exclusivamente con el espacio - tiempo. En el escritor y traductor Leopoldo Brizuela, la idea como acontecimiento aparece desde las asociaciones más simples en las que atrae imágenes que debe narrar de alguna forma. Su proceso creativo va desde los días en que todo le sirve de narración, hasta la selección de nombres para sus personajes que ocurre de manera arbitraria e inconsciente. Ante un montón de influencias surge su propia voz que genera narración en los detalles, que corrige y utiliza datos autorreferenciales, que se pregunta ¿qué hago con esta imagen?, ¿será para tanto?, y descubre múltiples cosas que no sabía, que le importan y luego ya no tanto. Brizuela trabaja los silencios, decide no decir tal cosa en zonas específicas de cada texto; asimismo al momento de plantearnos un problema de investigación, puede que fluyan ideas que se alejen de la inquietud inicial, y sin aparente conexión nos lleve a otro lugar que al final posiblemente ayude a la investigación. La innovación puede estar hasta en la intención y en los mismos elementos existentes, aplicados o combinados de una manera diferente. Un gran encuentro entre la escritura de Brizuela y la filosofía de Rancière, o entre una novela y el cine (bloques de imagen-movimiento, imagen-tiempo), puede darse por un problema en común en el que Brizuela tiene algo que decir a otra área o proceso creativo en nombre de su creación.

Jacques Rancière propone una interesante tesis sobre la política de la literatura  que implica en su propia conceptualización filosófica una conexión específica entre la política como una forma de práctica colectiva y la literatura como sistema históricamente determinado del arte de la escritura (no se refiere a la política de escritores y sus compromisos, o la manera en que escritores representan las estructuras sociales o las luchas políticas), implica además que la literatura interviene en el espacio y tiempo, lugar e identidad, discurso y ruido, lo visible y lo invisible,  que es el ámbito de lo político.

Finalmente, mis apuntes estarían incompletos sin la extraordinaria visión y perspectiva de Sandino Núñez y Franco Berardi. En ambos autores el acto creativo es, ante todo, un fenómeno de auto-organización del trabajo semiótico. El espacio puede ser Telestreet (TV como red y modelo de comunicación horizontal máquina imaginativa no homologada), plataformas cooperativistas, innovaciones técnicas como software libre y open source, mediactivismo, o la revista bimensual y programa televisivo Prohibido Pensar; el asunto es que un mínimo de libertad como proceso de autonomía es un axioma innegociable, porque es la única brecha por la que procede el pensamiento, la escritura y la crítica. La escritura crítico-ensayística fuerte en Prohibido Pensar florece lejos de formas convencionales de lectura que, tal como dice su manifiesto, cierran un pacto que excluye a priori el riesgo crítico del ensayo, la creatividad del pensamiento y la escritura de lo social, lo político, la cultura.

Construir espacios y modos de vida libre administrados colectivamente — logrando así circular placer estético, formas de pensamiento y acción que reactiven capacidades cognitivas, emocionales, creativas, eróticas y proxémicas — es tarea especial mente difícil cuando la precariedad obliga a los trabajadores a depender del desgaste liberal para poder sobrevivir; cuando un productor no propietario —pese a que no puede ser apropiado con tanta facilidad— no puede conseguir lo que es necesario para su propia sobrevivencia; cuando vemos que aunque poderosa, la contra-información, denuncia, protesta, conocimiento de la verdad de la agresión, u oposición, no basta y no logra crear condiciones para el autogobierno. También se dificulta cuando es casi imposible discriminar tantos estímulos exteriores e iniciar primero una autoterapia en la que se haga frente a la estandarización y la necesidad inmediata.

De todas formas, es preciso evidenciar y rechazar la lógica de urgencia, ver que no hay necesidad alguna de mantener un ritmo tan acelerado y competitivo que provoca ansiedad, culpa, pánico, estrés, depresión, y tantas otras reacciones características a estas sociedades de sobreestimulación.

Hay bastante en juego, y lejos de algún mártir que sacrifique su vida en nombre de una tarea histórica superior, o de alguna vanguardia política, se necesita a personas que puedan sentir al otro y sentirse a sí mismos en el propio conflicto y tensión; artistas, cineastas, poetas, figuras terapéuticas…, capaces de crear espacios, de inventar y destruir imágenes sin ser cooptados, de escribir con fuerza transgresora, de transformar ciertas relaciones a cualquier ritmo, y con todo aquello permitir que la comunicación y la creatividad — como ficción a la que apostamos y que precisamente se da por dicho gesto y creencia, operando el mecanismo de creación y exceso que es la originalidad: destinada al fracaso y por tanto condenada al éxito — no sea sólo un instrumento de la acción política, sino la acción política misma: asimétrica, impredecible, irreductible a cualquier simplificación o cualquier moralismo.

 

Referencias:

Deleuze, G. (1987). ¿Qué es el acto de creación?.  Conferencia transcrita en Estafeta. Traducción: Romina Di

Rienzo – Revisión: Adrián Cangi.

Deleuze, G. (1990).  Post-scriptum sobre las sociedades de control. Escuela de Filosofía Universidad ARCIS.

Damiano, N. (2014).  “Nada genera más narración que los detalles” entrevista a Leopoldo Brizuela. Eterna Cadencia.

Rancière, J. (2006).  Politique de la littérature, edición Galilée. The Politics of Literature. Traducido por Julie Rose – Polity Press, 2011.

Nuñez, S. (2014). Insistir.  Geopolítica de la subjetividad.

Berardi, F. (2003).  La fábrica de la infelicidad. Traficantes de sueños. Traducción y notas: Patricia Amigot Leatxe y Manuel Aguilar Hendrickson.

Gago, V.  “La felicidad es subversiva” entrevista a Franco Berardi. Página 12 – Diálogos.


La autora escribe bajo el pseudónimo Margaret La Piggy (Santo Domingo 1992). Poeta, editora audiovisual, estudiante de Comunicación Social Mención Periodismo en la Facultad de Humanidades de la UASD. Enfoca sus estudios en Semiótica e Interpretación y Filosofía del Lenguaje.